
La diócesis de Madrid se convertirá durante los días 16 al 21 de agosto del año 2011 en la sede de la catolicidad con la presencia del Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra, de un gran número de obispos, sacerdotes y consagrados, y, sobre todo, de una inmensa multitud de jóvenes que llenarán nuestras calles, plazas, lugares públicos e iglesias con la alegría desbordante de quienes añaden a su juventud el gozo del seguimiento de Cristo.
Madrid será una auténtica fiesta de la familia de los hijos de Dios, llamada a abrir las puertas de sus hogares, comunidades parroquiales, movimientos e instituciones de la Iglesia, a los jóvenes procedentes de todos los países del mundo que vendrán a la capital de España para celebrar un renovado encuentro con Cristo”.
Esta imagen de la Iglesia “que acogerá a los peregrinos como si se tratara del mismo Cristo, debe ayudarnos a vivir como comunidad diocesana durante todo el curso pastoral”. Y es que “la Jornada de la Juventud no nos aparta del afán por evangelizar la familia y situarla en el centro de nuestras prioridades pastorales. El tema de los jóvenes afecta directamente a las familias, en cuyo seno crecen y maduran su personalidad, y concierne de modo especial a la Iglesia que ve en los jóvenes el futuro de la sociedad y de la Iglesia”. Por ello, “aunque este año el Plan Diocesano de Pastoral se centre en la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud y sitúe, por tanto, a los jóvenes en el centro de nuestra atención pastoral, queremos hacerlo sin perder de vista a la familia, a cada familia, que constituye la célula básica de la comunidad diocesana, entendida como comunidad de familias. Queremos, sobre todo, que todas las familias aprovechen la gracia de la Jornada Mundial de la Juventud en nuestra diócesis para preguntarse qué deben hacer para responder generosamente a este acontecimiento trascendental para toda la vida de la Iglesia. Se trata de que cada familia sea en verdad una iglesia doméstica, para que toda la diócesis se muestre como familia de los hijos de Dios”.
Acontecimiento evangelizador
Para el Cardenal, “los frutos evangelizadores de estos encuentros son indiscutibles. Quienes han participado en ellos son testigos de la capacidad que tienen para fortalecer la fe en Cristo como Hijo de Dios y para renovar la conciencia de pertenecer a la Iglesia, Cuerpo de Cristo. La razón de esto es sencilla: confesar la fe en Cristo es inseparable de la experiencia de comunión eclesial que genera el mismo encuentro con Él”. Así, “las Jornadas de la Juventud son signo de la comunión que establece Cristo entre quienes creen en Él, entre los jóvenes que vienen de todo el mundo, integrados en parroquias, comunidades, asociaciones, movimientos y grupos muy diversos, pero unidos por la misma fe en Jesucristo y la misma vocación. Sólo por esto, las Jornadas de la Juventud son acontecimientos evangelizadores”.
Otro rasgo de las Jornadas “es su carácter festivo”, ya que son “auténticas fiestas de la fe que invitan a participar a quienes buscan un sentido para sus vidas”. Por ello, “constituyen un acontecimiento misionero de primer orden. A través de sus variadas actividades –catequesis, encuentros festivos, momentos de oración, celebración de los sacramentos– son una propuesta de acercamiento a Cristo y a su Iglesia”. En realidad, “consisten precisamente en esto: en favorecer el encuentro personal con Cristo, que cambia la vida y satisface todas las exigencias espirituales, más aún, las colma hasta el infinito. Cristo es el centro de las Jornadas, la clave para interpretarlas”.
Por eso, “el hecho mismo de prepararla como conviene constituye no sólo un reto sino una enorme responsabilidad”. “Una de las notas distintivas de nuestra diócesis es su potencial evangelizador, debido a la riqueza y variedad de instituciones y carismas empeñados en la tarea prioritaria de la Iglesia que es la evangelización”. Recuerda que “anunciar a Cristo a todos los hombres y en todos los ambientes ha sido mi inquietud como Obispo diocesano”. Así, “preparar la Jornada Mundial de la Juventud es para nosotros un nuevo llamamiento a la misión, que reclama nuestro dinamismo y toda nuestra generosidad”.
Arraigados en Cristo
“Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col 2,6) es el lema de esta JMJ. “La riqueza doctrinal de esta exhortación de san Pablo, que orientará pastoralmente la Jornada de la Juventud en Madrid, nos ofrece un marco muy oportuno para reflexionar sobre nuestro plan pastoral y las acciones que lo constituyan. Todas ellas deben aspirar a que la comunidad diocesana camine en Cristo con fidelidad a la fe que hemos recibido de los apóstoles y cuyo centro es la persona misma del Señor”.
“Nunca se insistirá bastante en que la vida cristiana consiste en una relación vital con Cristo, que tiene su origen en el bautismo, considerado como nuevo nacimiento a la vida de Dios”. “Son muchos los cristianos que no comprenden la Palabra ni los misterios del Reino. Muchos también los que, habiendo comprendido, no tienen la necesaria consistencia –las raíces de las que habla Jesús- para resistir en momentos de tribulación o de dificultad por la Palabra. Finalmente, el mundo en que vivimos no deja de seducir con sus preocupaciones y riquezas”.
“En nuestro plan de pastoral para este curso debemos dar gran importancia a todo lo que nos haga crecer en el conocimiento y seguimiento de Cristo, de forma que su vida misma arraigue en nosotros y nosotros en Él”. Por eso, “toda la comunidad diocesana debe asumir la tarea de repasar, aunque sea de forma muy sintética, el conjunto de la fe cristiana tal como se profesa en el Credo”. “Los jóvenes particularmente, gracias al programa catequético de preparación a la Jornada, podrán hacer este camino interior hacia Cristo mediante la reflexión sobre los artículos del Credo, que no son formulaciones ajenas a la vida, sino la misma vida de Dios presente en nuestra existencia cotidiana”.
Y es que “cuando el conocimiento de Cristo arraiga en nosotros, toda nuestra vida –pensamientos, emociones, relaciones personales, iniciativas…– tiene en Jesucristo sus raíces, que le dan alimento y firmeza”. Y “nos sentimos urgidos, como misioneros, a proclamar a otros nuestra experiencia de Cristo para que también ellos gocen conociendo a Cristo y viviendo la novedad absoluta de la vida nueva que nos trae”.
Edificados en Cristo, añade, es una “llamada a la vigilancia para que nuestra vida sea estable y consistente como si se tratara de un edificio inamovible”. Y es que “el hombre está llamado a la felicidad, a la plenitud de la vida y del amor”. Pero “muchas vidas cristianas se derrumban por carecer de cimientos estables. Son muchos los cristianos de nuestro tiempo que pierden la fe, se alejan de la Iglesia y terminan arruinando su vida”.
Oración en familia, prioridad
El Cardenal invita “a las familias, de modo especial, a recuperar la oración en familia especialmente en los momentos en que la unidad familiar se hace patente: en torno a la mesa, al comenzar y terminar el día, en las celebraciones gozosas de los aniversarios del nacimiento y de los santos patronos, en los momentos de enfermedad de algún miembro. Los padres de familia no deben olvidar que son los sacerdotes de su propio hogar, responsables de la fe de sus hijos, que deben descubrir en sus padres no sólo a los que cuidan de su cuerpo y de su salud sino también a los que protegen su alma de toda adversidad, tentación y pecado. La oración en familia debe ser una prioridad fundamental de nuestro plan pastoral”. “También debe ser prioritaria, en esta tarea de la mutua edificación, la oración en los diversos grupos apostólicos, tanto de parroquias como de movimientos y asociaciones seglares, que buscan la renovación de nuestra sociedad”.
“La Liturgia de las Horas, que nos permite orar y sentir con la Iglesia, la lectio divina, el rezo meditado y sereno de los misterios de Cristo en el rosario, y tantas otras formas de piedad inspiradas en la gran tradición de la Iglesia con los textos de los Maestros espirituales, ayudará a edificarnos sobre Cristo y a vivir atentos a la voluntad de Dios”. Recuerda que “el culto cristiano tiene su fuente y su centro en la Eucaristía, el Misterio Pascual de Cristo”. Sin la Eucaristía, “la Iglesia no tendría consistencia”. Por ello, “todo lo que la comunidad diocesana haga para vivir en plenitud el misterio eucarístico, no sólo en la misma celebración sino en la adoración que debe acompañarlo durante todo el día, servirá para ofrecer a los hombres la verdadera imagen de la Iglesia, signo e instrumento de salvación para el mundo. El centro y la cumbre de las Jornadas Mundiales de la Juventud es la celebración eucarística presidida por el Santo Padre. Durante la semana que dura la Jornada, las iglesias acogerán a multitud de jóvenes que celebrarán la Eucaristía después de recibir catequesis en sus lenguas, y permanecerán abiertas para la adoración eucarística, que caldeará el corazón de tantos jóvenes para vivir la misma caridad de Cristo. Prepararnos para esta vivencia del amor de Cristo, presente en la Eucaristía, favorecerá sin duda que los peregrinos encuentren en Madrid una ciudad eucarística por la autenticidad de su culto y por el testimonio de caridad de todos sus cristianos”.
Sacramento de la Eucaristía y de la Reconciliación
Además, “vinculado al misterio eucarístico se halla el sacramento del perdón, sin el cual la Eucaristía sería un culto inaccesible para el cristiano, pues todos necesitamos de la misericordia divina para acceder al banquete del Señor”. “La crisis de este sacramento en el momento actual de la Iglesia es una de las causas de la banalización de la Eucaristía, pues ésta actualiza la redención de Cristo, cuya esencia es la paz y la reconciliación con Dios. Si no nos dejamos reconciliar con Dios difícilmente nos sentiremos atraídos a la Eucaristía”. Por ello, invita “a la comunidad diocesana a celebrar gozosamente este sacramento. Exhorto a los sacerdotes a estar disponibles para escuchar a los penitentes que buscan el perdón. Y animo a todos los cristianos a una práctica responsable y sincera de este sacramento”. “En la Jornada Mundial de la Juventud la celebración de este sacramento es uno de los actos de culto que impregnan la vida de los jóvenes con la belleza y la alegría del perdón”.
Firmes en la fe
Por último, el Cardenal comenta el significado de ‘firmes en la fe’, afirmando que ésta “no se reduce al conocimiento de las verdades, sino que implica el testimonio con toda nuestra vida, un testimonio que se hace particularmente necesario en momentos de desorientación moral como es el nuestro”. Así, “el testimonio de la vida es la mejor predicación para atraer a quienes no creen, y a los tibios hacia la verdad de Cristo”. Por ello, “los cristianos tenemos que hacer visible a Cristo en nuestro comportamiento. Esta firmeza de la fe, que equivale a ser firmes en Cristo, debe acrecentar nuestro deseo de entender la vida y vivirla conforme al evangelio que nos ha salvado”.
Exhorta a “proponer con creatividad y audacia modos de vivir la firmeza del testimonio cristiano en una sociedad aquejada de tantas debilidades, que provienen de corrientes de pensamiento y de actitudes desprovistas de fundamentos morales. Hemos de afirmar la fe haciéndonos cargo del aire que respiran nuestros contemporáneos y respondiendo a las objeciones teóricas nacidas de algunos esquemas de pensamiento opuestos a los principios evangélicos”. “Las jóvenes generaciones necesitan aprender a ser fuertes y firmes en la fe, mediante la catequesis que les eduque a dar razón de la misma y mediante la maduración de la personalidad cristiana que exige el ejercicio de las virtudes teologales y morales”.
Campos de planificación pastoral
“También aquí tenemos amplio campo de planificación pastoral. Son muchos los ámbitos donde el evangelio tiene que arraigarse y producir frutos de la vida nueva que encierra: la familia y las relaciones sociales, la formación para el amor y el matrimonio, la enseñanza y la educación de las jóvenes generaciones, el cuidado de las vocaciones. En estos tiempos de crisis económica no podemos olvidar el ejercicio cristiano de la solidaridad, especialmente con aquellas personas que sufren con mayor dramatismo el desempleo y la carencia de recursos para llevar una vida digna”.
“El lema de la Jornada Mundial presenta, desde la perspectiva de tres aspectos diferentes, la unidad interior de la vida cristiana entendida como adhesión gozosa y entusiasta a Cristo en la comunión de su Iglesia”. Una adhesión que se expresa en la profesión del Credo, en la celebración litúrgica y en la oración, y en el seguimiento de Cristo mediante el amor fraterno, el perdón y el servicio a los más desfavorecidos.
“Este plan pastoral tiene como eje a Jesucristo conocido y confesado en el Credo, Jesucristo acogido y celebrado en los sacramentos, Jesucristo testimoniado en medio del mundo por la palabra y la acción: Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”. Por ello, concluye invitando a todos los diocesanos a ponerse en camino “con el gozo de saber que el Señor Resucitado nos acompaña en esta empresa tan suya, a la que ha querido asociarnos. Lo hacemos mirando a la Madre de Cristo y Madre nuestra, Santa María de la Almudena”. “Ella acompaña nuestra oración perseverante invocando la luz y la fuerza del Espíritu Santo para preparar la Jornada Mundial de la Juventud”.
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